Fotografía de mi autoría.
El diamante mandarín o pinzón cebra (Taeniopygia guttata) es un ave paseriforme originaria de Australia, característico por su plumaje de suave color crema y pico y patas de fuerte color rojizo.
Hay dos subespecies de
diamante mandarín: Taeniopygia guttata guttata, de tamaño más pequeño, que
habita desde Indonesia hasta las costas australianas; y Taeniopygia gutatta
castanotis, que se encuentra en Australia continental y es de tamaño más
grande.
El diamante mandarín se
ha introducido también en los Estados Unidos y Portugal.
En su hábitat natural,
estas aves se reproducen después de las lluvias, lo que puede ocurrir en
cualquier época del año. En cautividad pueden reproducirse durante todo el año.
Son gregarios y muy adaptables.
En el ámbito silvestre,
el tipo principal del diamante mandarín, Poephila guttata guttata, es posible
encontrarlo en las islas Menores de la Sonda, tales como las de Sumba, Flores,
Timor y otras de más reducida dimensión. La subespecie australiana, P. g.
castanotis, se halla presente en buena parte del continente, especialmente en
la región seca del interior. No se encuentra en las húmedas selvas lluviosas de
las zonas costeras.
El diamante mandarín es
un pájaro muy sociable y es posible verlo formando bandadas compuestas por
parejas cuyo número oscila entre las 25 y 100.
La disponibilidad de
agua en superficie constituye un factor crucial en la estructura de su forma de
vida ya que, aunque se cree que pueden subsistir durante un tiempo muy
prolongado sin ella, se mantienen lo más cerca posible de los puntos en que se
encuentra. El diamante mandarín se ha adaptado muy bien a las tierras áridas y
que como consecuencia de ello es capaz de beber agua con un contenido mucho más
elevado de sal que la mayoría de las demás especies. Asimismo también cuenta
con la capacidad de retener el agua cuando la mayoría de los pájaros la
eliminan a través de la orina, lo cual hace posible que esta especie pueda
resistir durante largos periodos de tiempo sin beber.
El diamante mandarín,
junto con otras especies exóticas que consiguen sobrevivir en condiciones
propias del desierto, bebe sumergiendo el pico en el agua y succionándola, de
un modo parecido al que es habitual en las palomas. Esto les permite beber con
mayor rapidez (y abandonar con presteza la charca donde corren el peligro de
sufrir un ataque por parte de algún depredador) e igualmente aprovechar,
actuando del mismo modo, las pequeñas gotas depositadas en la vegetación, en
los recovecos de las rocas y en otros puntos que no serían tan fáciles de
alcanzar si se hiciera uso de métodos convencionales propios de otros pájaros.
El diamante mandarín bebe hacia la mitad del día mientras que otras especies lo
hacen al amanecer o durante las primeras horas de la mañana.
Canto
El pollo es un ave muy
bulliciosa. Su canto es un fuerte "beep", muy parecido a cuando se
hace sonar un patito de goma, que sonando repetidamente conforma una canción
con cierto grado de complejidad. Cada ave tiene un canto distinto, aunque
diamantes de la misma línea sanguínea exhibirán cantos parecidos.
Las hembras, como regla
general, no cantan.
El diamante mandarín
macho comenzará a cantar en la pubertad. Su canto partirá como algunos sonidos
sueltos, pero a medida que crecen se va perfeccionando. Durante ese proceso irá
aprendiendo sonidos de su entorno, muchas veces usando el canto de su padre o
de otros machos como inspiración.
Cría en libertad:
El diamante mandarín es
probablemente uno de los pájaros cuyo proceso de cría figura entre los más
rápidos del mundo, esto es consecuencia de su adaptación a las duras
condiciones climáticas en las que vive. En las regiones áridas del interior de
Australia la lluvia no tiene carácter estacional, como sucede en el caso en las
zonas costeras, y resulta totalmente impredecible cuándo aparecerá. Como
resultado de esta situación, el diamante mandarín se ve condicionado por la
meteorología en cuanto a su ciclo de cría, y debido a tal circunstancia
comienza a construir su nido tan pronto como empieza a llover. Este ciclo se
halla tan ligado a las precipitaciones que la especie puede llegar a tener dos
o tres puestas en un año o por el contrario no realizar ninguna si la lluvia no
hace acto de presencia. El vínculo que une a la pareja es fuerte, y se cree que
se establece para toda la vida hasta que uno de los dos muere, en cuyo caso el
que sobrevive buscará un nuevo compañero.
En las áreas de
Australia en que las condiciones climatológicas son menos rigurosas, la cría
adopta un carácter más regular y tiene lugar generalmente a lo largo de todo el
año con la sola excepción de los meses más fríos del invierno que en este caso
son junio y julio. En las zonas en que se utiliza la irrigación por aspersión
la especie cría durante todo el año salvo en el mes de julio.
El cortejo se inicia con
un restregamiento intensivo de picos seguido de una aproximación del macho a la
hembra mediante pequeños saltitos, durante los cuales despliega las plumas de
la cola y canta continuamente. Si la hembra se muestra receptiva mueve la cola
de un modo parecido a un estremecimiento y acto seguido tiene lugar el
apareamiento.
Construcción del nido
Las lluvias darán lugar
a que hagan su aparición las plantas gramíneas con las que se alimenta el
diamante mandarín, y también muchos insectos, por cuyo motivo no pierde tiempo
y procede a construir su nido. El macho sugiere, por regla general, algunos
puntos idóneos a la hembra tal fin y ésta, tras cierta deliberación, acepta uno
de ellos. Se ha podido observar que en aquellos lugares en que la
disponibilidad de agua es más segura a lo largo de todo el año, es la hembra en
solitario la que construye el nido mientras que el macho lleva a cabo la labor
de transportar los materiales.
Sin embargo, tratándose
de la parte interna, ambos contribuyen a su acabado, lo cual indudablemente se
debe a la necesidad de imprimir cierta celeridad al ciclo de cría. Los puntos
elegidos para instalar el nido varían considerablemente y lo mismo ocurre con
la calidad del mismo. Ante todo, el mayor grado de preferencia se inclina por
los arbustos espesos pero conviene señalar que el diamante mandarín lo
instalará en cualquier lugar que estime apropiado, incluido el suelo entre la
hierba. También puede ocurrir que se decida por antiguos nidos de otros
pájaros, huecos existentes en los árboles, termiteros, postes e inclusos
grandes nidos constituidos por ramaje y previamente ocupados por aves de presa.
¡Evidentemente se trata de una especie muy adaptable! La parte externa del nido
se halla formada por ramitas o raíces que derivan hacia otras de tipo más suave
y de menor dimensión a medida que se van acercando al punto en que tendrá lugar
la cría de los polluelos, el cual se halla recubierto de plumas, briznas de
hierba, pelos de conejo y cualquier otro material que la pareja haya podido
conseguir. El nido puede estar rematado por una cúpula pero también puede que
carezca de cubierta y ciertamente podemos decir que no responde a la bella
estructura que caracteriza el de las especies de auténticos tejedores.
Huevos
El número de huevos de
una puesta será de 3 a
7 por término medio. Son de color blanco puro y su tamaño es asimismo variable,
incluso dentro de una misma puesta, pero alrededor de 15mm es la medida que
cabe considerar como promedio. Los huevos son blancos y pequeños y deben a
estar a una temperatura adecuada.
Incubación
Los huevos son incubados
por ambos pájaros, que cubren de forma sucesiva y alternada turnos de
aproximadamente una hora y media. Cada uno de ellos abandona el nido al oír el
canto de llamada de su pareja cuando ésta se aproxima y de este modo el relevo
no tiene lugar en el interior. Durante la noche, en cambio, ambos pájaros
permanecen dentro. La incubación generalmente se inicia una vez que ha sido
puesto el cuarto huevo debe señalarse que la puesta se realiza a razón de un
huevo cada día) y dura entre 12 y 15 días, lo cual depende de la temperatura
reinante.
Emancipación
Los jóvenes polluelos
crecen con mucha rapidez y, según sea el grado de atención prestado por los
padres por lo que a alimentación respecta, generalmente se hallan en
condiciones de abandonar el nido al alcanzar las tres semanas de edad. Regresan
sin embargo de forma continuada para pasar la noche junto a sus padres los
cuales siguen dándoles de comer, con carácter reducido, hasta que tienen diez
días más, en cuyo momento ya son plenamente independientes.
En dicho
instante pueden abandonar el nido para buscar su propio lugar en el que poder
pasar la noche o también cabe que utilicen el nido de sus padres si la hembra
decide que querría uno nuevo para su próxima puesta.